No importa que el duelo entre Maccabi y Real Madrid sea el que más veces se ha jugado en la historia de la Copa de Europa de baloncesto del viejo continente. Cada vez que teníamos que ir a jugar a Israel, nada menos que a un pabellón de nombre “La mano de Elías”, uno encendía el televisor un tanto acongojado. (En el fondo ahora pienso que no era para tanto, un pabellón de baloncesto que se llame “La Mano…” de algo, tiene su lógica).
En cualquier caso, no sé el motivo por el cual yo siempre me imaginaba al tal Elías de muy mala leche esperando en la puerta del pabellón a los nuestros para darles una zurra histórica. Luego entraban en juego los intangibles: ves a un negro americano vestido de amarillo y con la cabeza rapada, y da una impresión, al año siguiente le vistes de blanco, de azulgrana, de unicaja o de cualquier otro equipo de la ACB, y parece un tío normalito, na de na.
El tercer factor que entraba en juego era Ramón Trecet; narraba Trecet con un ritmo y un tono que parecía que en cualquier momento las tripas de “La Mano de Elías ”se iban a abrir e iban a aparecer allí Moisés y todo el pueblo de Israel detrás, como si aquello fuera el Mar Rojo, dispuestos a engullir a los nuestros sin remedio alguno.
Pero como no hay mal que cien años dure, mira por donde que la modernidad vino a echarnos una mano. Un buen día, la pela es la pela, el nombre del pabellón se cambió, y pasó de ser la famosa mano a ser un nombre de teléfono o de televisión, no estoy muy seguro. Alejado Elías y su mano, la victoria volvió a sonreírnos como en los primeros años de nuestros enfrentamientos.
En el partido de ayer, solo de uno, y sobre la bocina. Por fortuna, ayer la mano buena fue la del Chacho y la que desapareció, como la de Elías, fue la de Tuys, uno de esos negros americanos antes citados que nos había machacado durante los 39 minutos y 58 segundos anteriores.